martes, 27 de octubre de 2015

AUTOR

 Peter Jackson



Es Hijo único de Joan y Bill Jackson, sus padres le regalaron una cámara súper 8 la Navidad de 1969. Poco después vio fascinado en televisión elKing Kong de 1933 y el abstruso filme de animación El Señor de los anillos (Ralph Bakshi, 1978), que le impulsó a leer la trilogía de Tolkien.
Desde entonces soñó con que algún día llevaría estas historias a la pantalla con todos los honores, y en 1983 dio el primer paso hacia su concreción. Mientras trabajaba en el periódico The Evening Post de la capital neozelandesa, adquirió una cámara de 16 mm y con ella y la ayuda de sus amigos empezó a trabajar los fines de semana en un cortometraje que, al final, se convirtió en un largo. Así nació, tras cuatro años de rodaje, Mal gusto (Bad Taste, 1987), que recorrió festivales y se convirtió en título de culto.
Ese mismo año se casó con Fran Walsh, su más estrecha colaboradora, y el tándem funcionó de maravilla en títulos como El delirante mundo de los Feebles (Meet The Feebles, 1989) o la decididamente gore Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead, 1992).
El realizador neozelandés se iba haciendo un nombre en el cine fantástico y de terror, y sorprendió a medio mundo con Criaturas celestiales (Heavenly Creatures, 1994), un thriller basado en hechos reales (en el que se retrataba con sorprendente sensibilidad el caso de dos adolescentes matricidas de su país) por el que recibió el León de Oro del Festival de Venecia de 1995. Una de sus protagonistas fue la entonces desconocida Kate Winslet, que se haría archifamosa después con Titanic, de James Cameron. En 1995 se trasladó a Hollywood. Tras el falso documentalForgotten Silver, la pobre repercusión que obtuvo la película Agárrame esos fantasmas (The Frighteners, 1996) condujo al director a la realización de una de sus dos grandes obsesiones. Devoto de la obra de Tolkien, Jackson fue poco a poco perfilando una versión cinematográfica de El señor de los anillos, la gran obra del escritor de origen sudafricano. Ya se habían realizado algunas (la más destacada fue la rodada por Ralph Bakshi en 1978, en la que se mezclaban actores con dibujos animados), pero ninguna de ellas había destacado por su calidad ni por su eficiente adaptación de la obra. Consciente de la dificultad de llevar a la gran pantalla el universo de Tolkien, Jackson esperó a que las nuevas tecnologías estuvieran lo suficientemente avanzadas para forjar en imágenes su particular visión del libro.
Jackson reunió un equipo de trabajo espectacular y multitudinario que comenzó a trabajar en Nueva Zelanda, donde los espectaculares paisajes de unas tierras prácticamente vírgenes sirvieron de digno escenario para crear la "tierra media" que imaginó Tolkien. Consiguió la financiación necesaria para llevar a cabo el proyecto y contrató a los mejores expertos en infografía que pudo para comenzar a trabajar con los actores. Muchos de ellos eran prácticamente desconocidos y se convertirían luego en rutilantes estrellas: Cate Blanchett, Orlando Bloom, Elijah Wood, Liv Tayler o Viggo. Otros eran veteranos ilustres que aportaban su prestigio: Christopher Lee, Ian McKellen o John Rhys-Davies.
Con la infografía creó enormes ejércitos, tomas de batallas, ciudades inimaginables, criaturas imposibles y todo un universo de detalles que complementan los exteriores naturales y que dotan a las tres cintas de una fuerza impactante. De entre las recreaciones por ordenador destaca Góllum, un personaje central de la novela que fue diseñado artificialmente a través del movimiento de un actor de carne y hueso, Andy Serkis, al que el realizador hizo aparecer en pantalla al comienzo de la tercera parte como reconocimiento a su esfuerzo.
Jackson llevó a las salas una epopeya espectacular como pocas se habían visto en la gran pantalla. Los sucesivos estrenos (La comunidad del anillo en 2001, Las dos torres en 2002 y El retorno del rey en 2003) fueron vistos por millones de espectadores que abarrotaban los cines y esperaban ansiosamente la siguiente entrega. Los más críticos con el director (entre los que se encontraban, por supuesto, los seguidores más puristas de la obra de Tolkien) hubieron de reconocer que, les gustara o no, la saga del anillo se había convertido en un fenómeno de masas gracias a las adaptaciones de Jackson.








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